(visualizar horizontal en pantalla de teléfono)
Cazadoras de sombras
8 recorridos por
exposiciones de Chile
exposiciones de Chile
"Cazadoras de sombras" es un proyecto de mediación cultural dirigido a integrantes de la estructura organizacional de diferentes museos y espacios culturales de Chile, el cual tiene por objetivo especular en torno a la forma de recorrer exposiciones como posibilidad de desaprendizaje.
El proyecto se monta sobre el carácter polisémico de la palabra sombra. La extendida interpretación de la sombra como falta de luz u oscuridad, esconde una valoración negativa de la palabra, especialmente cuando se piensa como falta de conocimiento. No obstante, la sombra también puede ser una fuente de vida, por ejemplo, en lugares calurosos donde se transforma en un elemento necesario para desarrollar cualquier actividad. Dentro de las salas exposiciones todo es oscuridad, es común que los edificios clausuren las ventanas debido al impacto negativo del sol sobre cualquier objeto patrimonial. Con esto, logran extender la vida de los objetos, pero también acaban con la posibilidad de la sombra. En las salas de exposición, todo está controlado. Esta ambivalencia característica de la palabra y sus sentidos es la que abre la pregunta central del proyecto: ¿Cuáles son las sombras de la exposición?.
Donde hay una exposición, hay un equipo de iluminación. Este grupo, con esmero, se ocupa de cuestiones como controlar la cantidad de lúmenes que puede recibir una obra, calcular la relación entre la distancia y el ángulo de apertura de cada foco o cuidar que el montaje de las fuentes de iluminación sea discreto. A pesar de todos los esfuerzos dispuestos por los iluminadores para acabar con la presencia de las sombras, con porfía, éstas se infiltran de igual modo. Pensadas como un fenómeno indeseable dentro de la exposición, en tanto interrumpen la visualidad de lo expuesto, producen fracturas en el espacio y quiebran el ritmo del recorrido. Poco a poco, las sombras fueron desplazadas al margen del equipamiento, parte de una estructura invisible que aprendimos a ignorar.
En Chile, los cruces entre las exposiciones y las sombras se manifiestan desde la historia primigenia de los museos del país. Y es que, cuando el sacerdote austriaco Martín Gusinde llegó a trabajar al Liceo alemán de Santiago a comienzos del siglo XX, su congregación le ofreció un puesto en el extinto Museo de etnología y antropología. En este contexto de investigación, Gusinde, realizó varias expediciones a Tierra del fuego preocupado por el ocaso de los pueblos originarios, durante las cuales se dedicó a retratar a sus habitantes. Estas imágenes –hoy mundialmente conocidas– primero circularon entre los grupos locales, y le sirvieron como un vehículo de socialización con ellos. La extrañeza de los Selk’nam al verse como un doble replicado, los condujo a pensar estos retratos fotográficos con distancia de la realidad material, e interpretarlas como una proyección transformada de sí mismos. A partir de estas interacciones, Martín Gusinde fue apodado por el pueblo como Mankasen (man: sombra, kasen: cazador): el cazador de sombras.
Paradójicamente, la formación del Estado chileno inmortalizó las peleas por el dominio del territorio y la violencia hacia los pueblos originarios. A partir de la mitad del siglo XIX, en la Patagonia se inició una campaña de blanqueamiento que devino en el genocidio de los Selk’nam a manos de hombres europeos financiados principalmente por estancieros ingleses. Este escenario es el que incentivó a Martín Gusinde a arrojarse a investigar la propiedad cultural de los Selk’nam. El sacerdote relató su experiencia con los Selk’nam a través diarios de campo y cartas, en ellos reflexionó con las siguientes palabras acerca de los tratos vejatorios de los que eran víctima el pueblo: “Puede sonar extraño, pero es posible observar, en ocasiones, que ciertos estratos de la población de un estado libre sudamericano no sólo no fijan su atención en los aborígenes de su propio país, que conservan todavía en mayor o menor grado su forma de vida originaria, sino que o bien los consideran parásitos superfluos o los dejan de lado como seres inferiores. Más aún, en ocasiones llegan a exterminarlos como si se tratara de enemigos peligrosos”.
Al señalar estas contradicciones, la intención de este proyecto no es proponer la destrucción de aquellos objetos etnográficos. Pero sí, como dice Suely Rolnik, interpelar a quienes se/nos ocupan/mos en campos que consisten en interesarse por el discurso del otro (2008, p. 43), como es el caso de todas las disciplinas que circundan las exposiciones (curadores, museógrafos, conservadores, etc.), al encargarse de articular las narrativas públicas, es decir, de todos y todas. En esta breve revisión de la anécdota que da nombre al proyecto, se buscan las fisuras entre las palabras, imágenes y objetos que construyen el discurso vigente de la historia de violencia contra los Selk’nam. Grietas que ofrecen la posibilidad de infiltrar otras perspectivas a las dominantes. Entonces, para plantarse como una cazadora de sombras del 2024, resulta pertinente preguntarse ¿Cómo reconocer las sombras de la exposición pueden ofrecer un recordar distinto? Y si acaso esto puede ayudarnos a pensar en ¿Cómo podemos trabajar otras políticas en la exposición?
Estas interpelaciones a quienes se ocupan en torno a las exposiciones más que querer herir susceptibilidades individuales, espera impulsar una experiencia de desaprendizaje que sea un "trabajo colectivo de conocimiento compartido" (Sternfeld, 2010, p. 12). Esto quiere decir que el objetivo de la propuesta de caminar por las sombras no sólo proporciona a sus participantes un marco de acción desde donde desestabilizar las lógicas dominantes de la exposición, en el sentido de que desplaza la mirada del visitante del objeto central y desordena el itinerario que proyecta el museo. Sino que también, es una invitación a poner en común tanto las luchas y los debates, como el amor, la pasión y la esperanza por un futuro mejor.
Pero, ¿por qué, y qué, las exposiciones deberían desaprender?. Desde la década de los sesenta que se ha estado cuestionando la posibilidad de neutralidad del museo, lo que ha devenido en críticas directas hacia los departamentos de colecciones y exposiciones. En esta línea argumentativa, el autor Paul Preciado, sitúa a las exposiciones como las encargadas de emitir una retícula visual y sensorial de poder, la cual ordena los cuerpos, disciplina el gusto y modela la imaginación (2019, p. 18). Lo que a fin de cuentas, resulta peligroso porque las transforma en espacios que hacen juego a los imaginarios dominantes, promueven la consolidación de estéticas universalistas y crean márgenes. A pesar de estos análisis negativos, es importante paliar este contexto diciendo que las exposiciones también son el escenario ideal para el desaprendizaje, con la autonomía suficiente como para cuestionar el proyecto de razón vigente, además de ser el espacio donde se quieren llevar las luchas epistémicas debido a su condición pública.
Para efectos de cazar sombras, es relevante exponer que si bien el camino a desaprender se inaugura con la decisión de estar en contra de las relaciones de poder, esta es una determinación que sólo se hace realidad en el ejercicio cotidiano de luchar contra el canon. Esto quiere decir que desaprender no es un acto individual, ni un trabajo moral y tampoco una cuestión sólo reflexiva. Una vez que decidimos estar del lado del oprimido, como dice Nora Sternfeld, aparecen constantemente nuevas preguntas: “¿Cómo sabemos que estamos del lado de los oprimidos?¿Lo estamos siempre?¿Queremos estarlo siempre?¿Quiénes somos nosotros?¿Quién sigue quedando excluido?¿Y quiénes creemos ser, si es que lo sabemos? Y desde luego: ¿cómo trabajar en dichas condiciones para transformarlas radicalmente?” (2010, p. 13).
¿Cómo activar el recorrido?
En las exposiciones, las sombras buscan su paso. Habitan un intersticio que media entre el adentro y el afuera. Dicho en otras palabras, las sombras son un fenómeno que los habitantes de la exposición aprendieron a invisibilizar, por lo que se podría establecer que si bien están incluidas en el espacio, al mismo tiempo, son excluidas por la mirada de quien las percibe. Las sombras en la exposición son grietas que ofrecen a las cazadoras sitio para liberar la imaginación. Desarrollar un recorrido especulativo por las sombras de las exposiciones puede ser oscuro, pero que también puede ofrecer una alternativa a la reconstrucción de los refugios. Esta invitación a desaprender las hegemonías de la exposición es un caminar que requiere de estar preguntándonos por las estructuras de poder en cada paso.
Este recorrido por la sombra se inaugura con tres preguntas que posteriormente articularán el mapa de ruta de cada cazadora. Cada una de estas preguntas está pensada para estimular la imaginación de las participantes e invitarlas a usar la sombra como un material de creación crítica:
¿Cuál crees que es la principal sombra de las exposiciones de hoy?
¿En cuál exposición crees que puedes encontrar aquella sombra?
¿Cómo te vas a proponer cazar aquella sombra?
Cazar es una acción tanto individual, como colectiva. Cuando pensamos en la palabra cazar, nuestra imaginación rápidamente se dirige a la clásica escena documental de leonas que sigilosamente caminan por la selva estudiando a su objetivo, una vez logran capturar a la presa, esta es llevada a la comunidad. El término de esta acción, también contempla una reunión a posterior donde poner en común aquellas sombras cazadas. La propuesta es crear un espacio de conocimiento compartido a partir de las experiencias individuales, registros, imágenes, archivos o documentos que hayan colectado durante el recorrido.